Declaración de Intenciones.

Como indica el título de este blog voy a hablar fundamentalmente de psiquiatría. Una especialidad médica tremendamente interesante pero particular donde las haya. No se si tiene que ver con quienes nos dedicamos a la psiquiatría, o con el objeto de estudio de la misma, pero lo que es evidente es que en ninguna otra especialidad médica puede existir tanta disparidad de criterios sobre una misma cuestión. Y me explico…

Imaginémonos a dos traumatólogos (especialidad que podríamos considerar en el polo opuesto de la psiquiatría si considerásemos a todas las especialidades en un espectro) mirando una radiografía de una fractura de húmero. Imagino (partiendo de mi absoluto desconocimiento del manejo de estas fracturas) que podrían discutir sobre si el tratamiento es quirúrgico o conservador, si se utiliza una placa o un tornillo, si la sutura se da por un lado u otro. En fin… estarían de acuerdo en lo básico. Lo que pueden discutirse son matices sobre algo concreto: el paciente tiene determinada fractura del húmero y algo hay que hacer. Seguro que nos resultaría especialmente extraño que los traumatólogos discutieran sobre si la factura «realmente» existe; o que dado que la fractura es una consecuencia lógica de haber ejercido una fuerza excesiva en el ángulo equivocado no debe ser tratada; o que las fracturas no existen o son fruto de métodos imperfectos de observación; o que es la industria que vende los aparatos de Rayos X quién está sobredimensionando el problema de las fracturas; o en los límites de la libertad del individuo  para resolver fracturas por por si mismo; o que todo se reduce a un trastorno bioquímico en el proceso desmineralización del hueso y ESO es lo único importante independientemente de si se trata de una abuela de 93 años o un futbolista profesional de 23.

Lamentablemente esta es la realidad de la psiquiatría en muchos ámbitos. Una psiquiatría polarizada (por lo menos en el discurso de los psiquiatras y quizás no tanto en la práctica) entre quienes defienden que los trastornos mentales son enfermedades del cerebro aunque no se conozcan los mecanismos últimos que las provocan y los psiquiatras que consideran que los trastornos mentales juegan un papel fundamental los fenómenos psicológicos y el contexto social y familiar del paciente. Unos desdeñan «lo psicológico«, los otros «lo biológico«. Unos optan por los fármacos como pilar fundamental del tratamiento, otros por las intervenciones psicológicas, sociales o familiares. Unos utilizan un diagnóstico para cada síntoma psicopatológico, otros piensan que los diagnósticos psiquiátricos son meras invenciones. Esta polarización no acaba siendo una simple orientación teórica dentro de la disciplina sino que la trasciende en los hábitos, usos y costumbres de los psiquiatras que optan (o se ven abocados) por una u otra orientación.

En este blog voy a intentar hablar de una psiquiatría más amable. Menos dogmática. Entendiendo, que como casi siempre, en ambas orientaciones hay algo de cierto. Aunque esto no quiera decir que ambas aproximaciones a la enfermedad mental sean igual de válidas para todas las situaciones que puede hacer frente un psiquiatra, sino que en determinadas circunstancias y patologías una de las aproximaciones puede ser más útil que la otra. Es desde esta aproximación pluralista donde creo que la psiquiatría puede salir del atolladero de los dogmatismos biológicos y psicológicos.

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