Pese a que ya se había hecho referencia desde finales del siglo XIX a este Síndrome, fue el Neurólogo Sueco Karl-Axel Ekbom quien describió de forma conciencienzuda, en la primera mitad del siglo XX, este curioso cuadro que ahora lleva su nombre. El Dr. Ekbom empleó el término Dermatozoenwahm que traducido significa Delirio Dermatozoico. Este nombre todavía hoy se emplea.
Este trastorno, al igual del Síndrome de Clerambault del que ya hablamos en una entrada anterior (para ver esa entrada pincha aquí), el DSM-IV lo incluye dentro del Trastorno Delirante. Estos cuadros se caracterizan por la presencia, generalmente como único síntoma, de Ideas Delirantes que generalmente no son extrañas, a diferencia de la Esquizofrenia, y que implican situaciones que pueden aparecer en la vida real, como ser seguido, envenenado, infectado, amado a distancia o engañado por el cónyuge o amante o tener una enfermedad. A diferencia de lo que ocurre en la Esquizofrenia la vida de quien sufre estos cuadros, al margen del impacto directo de estas Ideas Delirantes, no sufre gran afectación y su comportamiento suele ser normal.
El Trastorno Delirante podemos clasificarlo, como vimos cuando hablamos del Síndrome de Clerambault, en distintos Síndromes en función de la temática que predomine en las Ideas Delirantes.
En el Síndrome de Ekbom existe la convicción delirante de tener infestada la piel, órganos internos u orificios por insectos de todo tipo, piojos, gusanos, etc. Quien lo sufre realiza una descripción perfecta de como son estos parásitos (su tamaño, forma, color, manera de moverse y reproducirse, etc.). Debido a este convencimiento, y al malestar que esto produce, son frecuentes las lesiones por rascado o incluso dermatitis por antisépticos que motivan numerosas consultas en dermatología. Clásicamente se habla del Signo de la Caja de Cerillas haciendo referencia a que en una de estas consultas el paciente puede llevar una pequeña caja, de cerillas por ejemplo, donde afirma tener uno de los ‘Bichos‘ que le están haciendo la vida imposible; la sorpresa ocurre cuando al abrir la caja solo observamos alguna pelusilla. Típicamente son los Dermatólogos quienes van más cuadros de este tipo ya que quien sufre este trastorno, y pese a las indicaciones del Dermatólogo, raramente acude a la consulta de un Psiquiatra.
Y como no hay mejor manera de entender un Síndrome que con un caso Clínico… Vamos a hablar de un paciente Ficticio con un caso Ficticio, hoy la Sra. P.
P. es una mujer de 48 años propietaria de una panadería, casada y con con dos hijas. Lleva una vida totalmente normal. No presenta ningún antecendente psiquiátrico de interés.
Hace unos meses, mientras trabajaba, se hace una quemadura leve aunque extensa en el antebrazo que en unos días se cura por completo sin necesidad de tratamiento. Pero desde entonces nota unos picores raros en esa zona. No para de rascarse, y claro, cuanto más se rasca más le pica. Empieza a preocuparse. Poco a poco llega a estar convencida que en alguna de las levaduras nuevas que habían empezado a usar (que provienen de un lejano, exótico y cálido país) había algún tipo de parásito.

Esta Imagen (de Rosa Taberner http://www.DermaPixel.com) es solo Ilustrativa. No se trata de Úlceras en un Síndrome de Ekbom.
«Algún gusano casi microscópico» que a raíz de la quemadura «ha anidado en mi cuerpo«. Esta idea hace que le pique todo el cuerpo solo de pensarlo (por cierto como al autor mientras escribe esta entrada). Piensa en ir a un Dermatólogo para contarle su caso. Pero antes decide intentar matar «al Bicho» lavándose una y otra vez con un potente antiséptico que tiene para limpiar hornos. Evidentemente su piel cada vez esta peor (rascado, productos abrasivos…) y le pica más. Acude al dermatólogo más reputado de su ciudad. Este, tras realizarle todo tipo de pruebas, concluye que no hay «nada» que justifique ese picor y que quizás sea mejor que visite a un Psiquiatra. A P. esto casi le parece un insulto. Al llegar a casa decide comprarse una lupa gigante (esta idea la ha sacado viendo trabajar al dermatólogo) y comienza a observarse con todo detenimiento y muchísimos aumentos cada centímetro de piel. Cada pequeña mancha que observa en su piel esta convencida que son «eso malditos parásitos» e intenta sacársolos con unas pinzas. Cada vez su piel está peor. Ahora presenta no solo lesiones de rescado y dermatitis por productos químicos, sino úlceras enormes hechas con pinzas cada vez más grandes. Cada trocito de piel que se arranca, al confundirlo con un parásito, lo guarda en un pequeña caja de cerillas. Varias semanas después decide acudir nuevamente al Dermatólogo. En esta ocasión P. está convencida que va a demostral al médico que no está «Loca» ya que lleva un montón de «bichos» guardados en su caja de cerillas. Cuando su dermatóloga mira bajo la lupa esas pequeñas pelotillas que salen de la caja solo observa trocitos de piel y pelusillas. Vuelve a inspeccionar al cuerpo de la Sra. P. y prácticamete no hay un trozo de piel que no presente autolesiones (salvo en el centro de la espalda donde no alcanza la Sra. P con sus manos). El Dermatólogo alarmado insiste en la necesidad de que P. sea valorado por un Psiquiatra cosa que a P. le sienta fatal y decide cambiar de Dermatólogo.
Como vemos hemos visto, la gran dificultad en el Síndrome de Ekbom, al igual que en el resto de los Trastornos Delirantes, es la Falta de Insight (del Insight, o Conciencia de Enfermedad, escribí otra entrada que puedes leerla pinchando Aquí), es decir, la nula conciencia de estar sufriendo una enfermedad Psiquiátrica. Esto, unido a que el paciente realiza una vida normal al margen de estas Ideas Delirantes y no presenta afectación de otras funciones psicológicas como ocurre en la Esquizofrenia, hace que sea un Trastorno con difícil tratamiento.